
no hay mejor plan para N que subir al metro-tren.
un metro-tren con transbordo, escaleras mecánicas y músico callejero.
entre estación y estación eLLa grita bajo la gran desesperación: mamá ¿y la luz? ¿y la luz?
al llegar de vuelta a la electricidad eLLa aplaude soberano invento y saluda (a lo ¨Leti¨) a pasajeros en el andén con vidas embutidas en abrigos y botas altas.
un hombre de apenas 30 años se sienta a su lado, le pregunta su nombre, eLLa responde: ikita.
un hombre de apenas 30 años me mira asustado, su cara pregunta, yo respondo: si, así es, se llama Nikita.
voz en off anunciando siguiente parada. subimos cejas, miramos a los lados, subimos hombros, cara de suspense (¿quién habla?), sigue la acción...
al llegar a la parada eLLa se abraza al banco, momento tierno, sin precedentes. Lo besa (si madres, besa un banco lleno de bacterias y no se pone enferma) y lo abraza. Las despedidas nunca fueron fáciles. Me gustaría poder darle esos minutos que no tenemos, que se intercambiaran teléfonos y páginas blog. Pero eLLa sabe, eLLa entiende, que el otro metro-tren espera y baja de un salto, sabiendo que al menos, su querido banco no estará solo, pues ya se sentó en el un pasajero camino al centro de la ciudad inhóspita.